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‘Es como la trata’: el doloroso legado de la corrupción en las adopciones

NYT: Mia Lee Sorensen leyendo a su hijo en su casa de Dinamarca, bajo una fotografía con sus padres coreanos, que pensaban que había muerto.

En Corea del Sur, unos 200 mil niños han sido enviados al extranjero desde 1953. 

SEÚL — Los padres daneses de Mia Lee Sorensen solían decirle que su familia biológica en Corea del Sur la había dado en adopción. De acuerdo con sus documentos de adopción, nació prematuramente en 1987 en una familia que no podía pagar sus facturas médicas y deseaba que ella tuviera un “buen futuro” en el extranjero.

Pero cuando Sorensen encontró a sus padres biológicos en Corea del Sur el año pasado, no podían creer que estuviera viva. Le dijeron que su madre había perdido el conocimiento durante el parto y que cuando despertó, en la clínica le dijeron que la bebé había muerto.

Corea del Sur tiene la diáspora de adoptados internacionales más grande del mundo, con más adopciones extranjeras en general que cualquier otra nación. Unos 200 mil niños han sido enviados al extranjero desde el final de la Guerra de Corea en 1953, en su mayoría a Estados Unidos y Europa.

Esas adopciones han continuado hoy, aún al tiempo que el País sufre una de las tasas de natalidad más bajas del mundo. En el 2021, los principales centros de adopción internacional fueron Colombia, India, Ucrania y Corea del Sur.

En medio de acusaciones generalizadas de corrupción y malas prácticas en el pasado, Corea del Sur abrió el año pasado su primera investigación gubernamental de su industria de adopción.

Las familias surcoreanas durante mucho tiempo se han mostrado reacias a adoptar niños, pese a las campañas gubernamentales para fomentar las adopciones nacionales. Y después de la Guerra de Corea, cuando Corea del Sur estaba empobrecida y tenía servicios médicos deficientes y presupuestos de bienestar muy escuetos, había una necesidad de encontrar hogares adoptivos en el extranjero para niños huérfanos, abandonados o discapacitados, explican los expertos. Muchos niños encontraron en el extranjero la ayuda y los hogares acogedores que necesitaban. Pero Corea del Sur también había generado problemas profundos y generalizados en la industria.

Los motivos de lucro para las empresas de adopción crearon en el pasado un incentivo para falsificar documentos para que más niños estuvieran disponibles para adopción. Y muchas madres solteras fueron obligadas a renunciar a sus bebés.

Muchos de los problemas han disminuido en las últimas décadas, cuando Corea del Sur tomó medidas para reformar sus prácticas de adopción, incluyendo exigir que las adopciones en el extranjero sean aprobadas por los tribunales. Pero las acusaciones de malas prácticas de décadas anteriores no se investigaron.

El impulso para la rendición de cuentas ha sido liderado por cientos de adoptados que han regresado a Corea del Sur en los últimos años. Han hecho mancuerna con una nueva generación de investigadores y políticos dispuestos a arrojar luz sobre un doloroso legado.

“Es como la trata de personas”, dijo Sorensen. “Si esto me pasó a mí, ¿a cuántos más les hicieron esto?”.

El negocio de exportación de bebés en Corea del Sur comenzó con lo que los detractores llamaron una xenofobia y un prejuicio profundamente arraigados contra los niños birraciales. En los años de posguerra,  Syngman Rhee, el primer Presidente del País, aplicó una política que llamó “un Estado para un pueblo étnico”, que exhortaba a enviar niños birraciales nacidos de soldados estadounidenses y mujeres coreanas a “la tierra de sus padres”.

Cuando Boo Chung-ha, un agente de adopción retirado, se unió a Holt Children’s Services, la agencia de adopción más grande del País, en 1967, su primer trabajo fue persuadir a las sexoservidoras que trabajaban alrededor de las bases militares estadounidenses para que dieran a sus hijos birraciales en adopción en el extranjero.

Meeky Woo Flippen nació en 1965 de una madre coreana y un soldado negro de EU. Dijo que cuando salía del callejón donde vivía en una casa con su madre y sus hermanos birraciales, la gente le lanzaba insultos racistas. “No teníamos futuro en Corea del Sur”, dijo Flippen, quien fue adoptada por una familia en Oregon cuando era adolescente después de la muerte de su madre.

Para finales de la década de 1960, la mayoría de los niños enviados al extranjero nacía de madres solteras, otro blanco de prejuicios en Corea del Sur. En esa época, llegaban a Holt hasta 20 bebés por semana, dijo Boo, quien dirigió la operación de Holt en Corea hasta 1978.

“Algunos llegaban sin datos y los médicos tenían que adivinar su edad a partir de sus dientes”, dijo. Otros habían pasado hambre y pronto morían. Dijo que durante su estancia en Holt, no se hizo nada ilegal. “Enviamos a los niños al extranjero para que pudieran tener mejor atención médica y mejores hogares”, dijo Boo.

Incluso cuando la economía de Corea del Sur, devastada por la guerra, comenzó a mejorar, el País continuó promoviendo la adopción. En la década de 1980, liberalizó aún más las adopciones internacionales.

En 1985, 8 mil 837 niños surcoreanos fueron enviados al extranjero para adopción. Por cada bebé, las agencias de adopción recibieron hasta 5 mil 450 dólares en honorarios, según documentos internos del Gobierno.

Las agencias administraban o subsidiaban refugios para mujeres solteras embarazadas, donde se les pedía que renunciaran a sus bebés, decía un reporte del 2023 de la Comisión Nacional de Derechos Humanos.

Los legisladores en ese entonces comenzaron a preocuparse de que las agencias de adopción se hubieran convertido en centros de “tráfico de personas”, revela un documento del Gobierno.

El Servicio Social de Corea, otra agencia de adopción, declinó hacer comentarios. Pero en cartas a adoptados, la agencia admitió que algo de su papelería había sido inventada. “Estarías muy confundida”, dijo la agencia en una de esas cartas a Anja Pedersen, admitiendo que su documento de adopción había sido falsificado.

Cuando Pedersen fue enviada a Dinamarca en 1976, se llamaba Lee Eun Kyung. Tres décadas después, la agencia le dijo que su nombre verdadero era Son Eun Joo y que cuando un tío la dio en adopción sin el permiso de su padre, se había usado el nombre y los papeles de una niña muerta.

Pedersen finalmente encontró a su familia biológica en Corea del Sur, pero cuando le preguntó a la agencia sobre la verdadera Lee Eun Kyung, le dijeron que la bebé había muerto. No había registro de su muerte ni de sus padres biológicos. Ella solo existía en el segundo nombre danés de Pedersen: Lee.

“La llevaba conmigo”, dijo.

By dPrimeramano

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